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Ocupación del Estrecho de Magallanes: crónicas de una conquista

Belleza y hostilidad. Los intentos de población del extremo sur en el siglo XVI es una historia cautivamente. La arqueología nos permite conocer detalles de la fundación Ciudad Nombre de Jesús y a lo que cientos de mujeres, hombres y niños debieron enfrentarse.

Todo aquel que se pare en lo alto del Faro de Cabo Vírgenes y mire hacia la desembocadura del Estrecho de Magallanes sentirá esa contradicción latente entre belleza y hostilidad.

Las aguas bravías azotan el recorte perfecto de la tierra dibujando el final del continente. Con cielo encapotado o sol brillante, el mar es un espectáculo majestuoso que cautiva. La estepa sinfín cubierta de coirones dorados completa el óleo idílico de la Patagonia.

Es acaso la potencia del viento frío y áspero, que truena en el Faro y hace tambalear al gigante; o la intemperie ineludible que se extiende bajo nosotros, lo que enciende alertas sobre las condiciones inhóspitas de este extremo sur.

Un cuadro similar vio Pedro Sarmiento de Gamboa cuando llegó a este lugar hace 440 años y embriagado por las ambiciones de conquista de su época, buscó asentar una población a la que bautizó como “Ciudad Nombre de Jesús”.

Reconstruir los sucesos acontecidos y los intentos de ocupación en el Estrecho de Magallanes, sobre finales del siglo XVI, es sumergirnos en el clima de una época en la que se vivía por la epopeya. Ninguna empresa es imposible y la meta es ganar la carrera por la conquista de nuevos territorios.

La historia nos dice que, con esa vocación, Sarmiento de Gamboa sigue los pasos de Magallanes en 1581 y emprende la expedición al fin del mundo con 23 naves y 3000 personas. El objetivo era asentar poblaciones que sirvan de fortificación del extremo oriental del Estrecho nombrado por Magallanes como “De todos los Santos” y renombrado por Gamboa como “Madre De Dios”.

A partir de la arqueología histórica es posible conocer los principales hitos de esta misión y saber sobre quiénes fueron esos hombres y mujeres que soñaron con poblar este extremo sur. Con este fin la doctora Isabel Cruz presentó un resumen de las investigaciones para dar cuenta -a partir de información documentada y científica- sobre cómo fueron estos intentos por ocupar el actual Estrecho de Magallanes a finales del siglo XVI. 

Esta charla se dio en el marco de un ciclo de formación impulsado por Museo Padre “Jesús Manuel Molina” para agentes públicos y también abierto al público en general con el propósito de difundir los principios básicos de la arqueología, como ciencia que pretende reconstruir la historia de la población humana a partir de los restos materiales.

Proteger el Estrecho

La misión de Gamboa incluía reconocer el estrecho, identificar los lugares más adecuados para su fortificación y poblamiento, y proponer al Rey de España un proyecto de colonización. Para ello, el rey otorgó 23 barcos y aproximadamente 3.000 personas, entre marinos, soldados, colonos, 30 mujeres y 23 niños.

Partieron el 25 de septiembre de 1581, y tras numerosas peripecias, incluyendo naufragios, pestes y abandonos, lograron fundar el 11 de febrero de 1584 la Ciudad Nombre de Jesús, a 3.000 metros del Cabo Vírgenes. Sólo 380 personas llegaron al extremo sur. Posteriormente, otro contingente continuó al Sur y fundó la Ciudad Rey Don Felipe, en cercanías de lo que hoy es Punta Arenas en Chile.

En 1587, un barco inglés contabiliza 18 personas en Ciudad Nombre de Jesús. Nadie más sobrevivió.

Toda esta información es posible reconstruirla a partir de la investigación histórica basada en los documentos de esa época. La correspondencia de los navegantes, los diarios de viaje, fotografía, cartografía, son los insumos de los historiadores. Pero es insuficiente para conocer cómo fue la experiencia humana de la conquista y qué es lo que vivieron los europeos en estas latitudes.

Para ello, desde el 2003 al 2006, un equipo interdisciplinario de Arqueología realizó una excavación en cercanías del Cabo Vírgenes, a 130 kilómetros de Río Gallegos, donde se hallaron cinco esqueletos pertenecientes a la población que fundó la Ciudad Nombre de Jesús. Además de otros restos materiales como cerámicas, metales y ladrillos de adobe.

Rastros dejados por un grupo conformado por hombres, mujeres y niños que además de encontrarse con un clima crudo, fauna desconocida y vegetación escasa, se enfrentaron a una población originaria hostil.

Los análisis de laboratorio de los restos humanos encontrados permitieron determinar que los individuos hallados eran un niño entre 10 y 12 años, una mujer y tres hombres no mayores a 30 años. El estudio óseo brindó información sobre altos grados de desnutrición que acarreaban desde varios años anteriores a estos últimos que los llevó a estas latitudes.

Los restos fósiles de fauna autóctona da la posibilidad de comprender que hicieron lo posible por adaptarse a su entorno y alimentarse con lo que tenían disponible, aunque tal vez fue insuficiente dada las diferencias nutricionales.

Estas huellas del pasado estremecen de solo pensar a lo que se enfrentaron. Cada pieza permite rearmar una historia de coraje, ambición o desesperación, cualquiera sea el sentimiento que los llevó a embarcarse rumbo al fin del mundo.

*Para conocer más acércate al Museo Padre Jesús Molina. En la Biblioteca Científica, de lunes a viernes de 8:00 a 14:00 podés encontrar la bibliografía arqueológica sobre este tema.